lunes, 29 de mayo de 2017

¿Tienes frío?

El otro día andando por una conocida calle de Madrid, me fijé en uno de esos carteles luminosos que ponen a intervalos regulares la temperatura y la hora… iba andando inmerso en mis pensamientos cuando al cambiar el letrero, de la hora a la temperatura, me paré en seco y me eché a reír… la gente que pasaba a mi lado, me miraba extrañada, pues no entendían por qué me reía; no me estaba carcajeando, pero si esbocé algo más que una sonrisa. La gente que me miraba era porque pertenecían al primer o segundo grupo, aquellos que sólo miran, no observan… ¿te acuerdas?
 
El caso es que aquel cartel que en principio funcionaba correctamente, mostraba una temperatura que era del todo imposible, no podía haber esa temperatura por mucho que Madrid mostrara su más crudo invierno… marcaba (- 173 grados Celsius). Es climatológicamente imposible que en Madrid haga esa temperatura.

Me pareció bastante gracioso que el cartel mostrara esos grados sin que nadie reparara en ello, y no pude evitar hacer una foto.

¿Gracioso, verdad?  
 
Cartel de Madrid
Primavera 2017
Alfonso B. C.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 22 de mayo de 2017

Las diez pequeñas Semillas de la Superación VI.


La puerta de entrada a la Iglesia, estaba hecha de recia madera sin tratar que le confería un aspecto tosco y pesado. Estaba entornada invitando, de una manera muy sutil, a entrar.

Empujé con ambas manos aquella puerta, rompiendo el silencio de la zona con un tétrico pero hogareño crujido de madera y bisagras…             

VI Semilla de la Superación:
    

Solo por hoy, haré una buena acción y no se lo diré a nadie


¡Espero que te ayude como a mí!

 

jueves, 18 de mayo de 2017

¿Qué árbol eres?


Los druidas eran miembros de la alta sociedad en Europa durante la Edad de Hierro, amantes y estudiosos de la Naturaleza, se regían por el alfabeto y zodiaco celta, el cual, vinculaba los nacimientos de las personas a determinados árboles; atribuyendo ciertas características a la personalidad del bebé recién nacido, creyendo firmemente en la conexión del individuo con la tierra.

Para ellos, había ciertos árboles que presentaban características especiales sobre los demás… dándose cuenta de sus propiedades medicinales, sagradas y espirituales, que no dudaron en usar para incrementar sus conocimientos en flora, medicina, alquimia…  

Así, según los druidas, nos regimos por la influencia de TU Árbol:

Al margen, englobaron a cuatro árboles dependiendo de la influencia del Equinoccio y Solsticio anual:

Roble: 21 MAR – Equinoccio de Primavera.

Abedul: 24 JUN – Solsticio de Verano.

Olivo: 23 SEP – Equinoccio de Otoño.

Haya: 22 DIC – Solsticio de Invierno.

Equinoccio: El Sol está situado en el plano del ecuador, los días y las noches duran lo mismo.

Solsticio: El Sol alcanza su mayor y menor altura en el cielo, haciendo que la duración del día y de la noche respectivamente (verano e invierno) sean la máxima.  


MANZANO
23 - DIC // 01 - ENE
25 - JUN // 04 - JUL
 
ABETO
02 - 11 ENE
05 - 14 JUL
 
OLMO
12 - 24 ENE
15 - 25 JUL
 
CIPRÉS
25 - ENE // 03 - FEB
26 - JUL // 04 - AGO
 
ÁLAMO
04 - 08 FEB
01 - 04 MAY
05 - 13 AGO
 
CEDRO
09 - 18 FEB
14 - 23 AGO
 
PINO
19 - 28 FEB
24 - AGO // 02 - SEP
 
SAUCE
01 - 10 MAR
03 - 12 SEP
 
TILO
11 - 20 MAR
13 - 22 SEP
 
AVELLANO
22 - 31 MAR
24 - SEP // 03 - OCT
 
SERBAL
01 - 10 ABR
04 - 13 OCT
 
ARCE
11 - 20 ABR
14 - 23 OCT
 
NOGAL
21 - 30 ABR
24 - OCT // 11 - NOV
 
CASTAÑO
14 - 24 MAY
12 - 21 NOV
 
FRESNO
25 - MAY // 03 - JUN
22 - NOV // 01 - DIC
 
CARPE
04 - 13 JUN
02 - 11 DIC
 
HIGUERA
14 - 23 JUN
12 - 21 DIC


 ¿Qué árbol eres tú? ¡Yo soy el Sauce!
 
 
Sauce llorón
Salix babylonica
Alfonso B. C.

El Sauce y yo
Primavera // 2017
Alfonso B. C.


Salix babylonica
Verano // 2016
Alfonso B. C.
Mi Sauce
Esqueje regalado en 2016
Alfonso B. C.
 
Puedes estar de acuerdo o no con ellos, o pensar que un Árbol es lo mismo que otro, o que no tienen ninguna característica especial más allá del intercambio de oxigeno con la atmosfera… pero una cosa es incuestionable, son Seres Vivos; a mí por lo menos, me cuesta creer que sólo son un trozo de madera… además, fíjate qué curioso, cuál era su Código Ético: los Druidas se regían por un código que correspondía con el compromiso hacia Nueve Verdades:
 
Compromiso con: la Madre Tierra, la Humanidad, la Paz, las Raíces, la Libertad, la Espiritualidad, el Conocimiento, y la Verdad; basadas a su vez, en las Nueve Virtudes celtas: la Honorabilidad, la Justicia, la Lealtad, la Valentía, la Generosidad, la Hospitalidad, la Humildad, la Sabiduría y la Elocuencia.   
 
¿Bonito, verdad?

lunes, 15 de mayo de 2017

El nombre del viento.


Ya te he hablado de mi libro favorito, y hoy quiero compartir contigo una saga de libros que, a mi parecer, son realmente impresionantes: El tema, la forma de escritura, su dinamismo, el cómo te hace partícipe de la historia de una manera involuntaria, haciendo que te sumerjas en ella desde el primer renglón, todo de este libro me gusta.
 
Aunque en realidad se trata de una trilogía…

El libro en cuestión es:

“El nombre del viento”
De Patrick Rothfuss

Narra la historia de Kvothe, un personaje adolescente que te invita a seguirle a lo largo de su vida, desde la temática de la fantasía. Pocas veces me he quedado hasta altas horas de la madrugada leyendo absorto en una historia, sin importarme la hora que era o si al día siguiente tenía que madrugar, y con este libro, me pasaba la mayoría de las noches…
 
La segunda parte es:

“El temor de un hombre sabio”

Es la continuación del primer tomo y te sigue contando su historia avanzando en el tiempo y en los acontecimientos que vive Kvothe. Es digno de mención cómo logra mantenerte inmerso entre sus líneas, hace que no pienses en nada mientras estás imbuido en su lectura, y eso para mí, es un punto a favor, pues no debe ser fácil lograr eso para un escritor.

Después de la segunda parte, sacó a la venta un “Spin off” (proyecto nacido como extensión de otro anterior) de uno de los personajes más enigmáticos de la trilogía y de mis favoritos. Me gusta mucho el tinte sobrenatural, dentro de la realidad, que ha dado a éste. 

Se trata de:

“La música del silencio”

Cuenta el día a día de Auri.

La tercera parte de la trilogía todavía la está escribiendo; estoy impaciente porque la publique… y en ese momento, no dudaré en ir a la Casa del Libro a comprarlo.

Así pues, te recomiendo esta lectura, que te hará sumergirte en un mundo fantástico donde conocerás personajes interesantes y fascinantes de todas las eras conocidas.


Lectura imprescindible.
Madrid // 05-2017
Alfonso B. C.
  

martes, 9 de mayo de 2017

Canto a la Vida.

La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un desafío, enfréntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es un tesoro, cuídalo.
La vida es una riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózalo.
La vida es un misterio, descúbrelo.
La vida es una promesa, realízala.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es alegría, disfrútala.
La vida es una aventura, arriésgate.
La vida es paz, constrúyela.
La vida es felicidad, merécela.
 

lunes, 8 de mayo de 2017

Las diez pequeñas Semillas de la Superación V.

El sitio era sobrecogedor en todos los aspectos, el edificio estaba en perfecta armonía con la Flora del lugar. La luz mortecina que me llegaba a través de las copas de los árboles, añadía más misterio al lugar.

El silencio, tan solo se rompía por el canto de los lejanos pájaros y algún que otro insecto despistado.
 
La brisa pasaba desenfadada por entre los árboles, haciendo que los helechos de la zona bailaran a su voluntad.           

V Semilla de la Superación:

 Solo por hoy, dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura”

¡Espero que te ayude como a mí!

Cerca de la Iglesia.
Ávila 2017
Alfonso B. C.

sábado, 6 de mayo de 2017

¿Un simple café?

Cuando te sientas abatido por las circunstancias, cuando estés triste, cuando no sepas qué hacer, cuando pienses que las fuerzas te abandonan, cuando necesites aire, cuando creas que los demás te llevan ventaja… en ese momento, en ése, piensa que eres único, y que… si te fijas… si sabes mirar “más allá”… puedes incluso, descubrir toda una nebulosa, en un simple café.


¿Café o Nebulosa?
Mayo // 2017
Alfonso B. C.






jueves, 4 de mayo de 2017

Las diez pequeñas Semillas de la Superación IV.

Tras un buen rato caminando por la exuberante vegetación, me topé con aquella pequeña iglesia. Estaba escondida entre las plantas y árboles esperando a ser descubierta.

El silencio era absoluto, pero aquel pequeño edificio, te hablaba invitándote a entrar y compartir, así, su paz.      

IV Semilla de la Superación:

 Solo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que éstas se adapten, todas, a mis deseos”

¡Espero que te ayude como a mí!
 
Camino a la iglesia.
Ávila - 2017
Alfonso B. C.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

miércoles, 3 de mayo de 2017

El traductor de sueños.

Nuevo mes, nuevo Relatosueño… Hoy quiero compartir contigo el cuarto Relatosueño, el cual, lo titulé:  

“El guardián del destino”

Lo considero muy original y habla sobre un tema que siempre despierta discusiones entre sus locutores. Rara vez la gente se pone de acuerdo con este tema, para el cual, existen versiones y creencias de todos los tipos; me atrevería a decir que cada persona tiene su idea prefijada de lo que es el Destino para sí misma.

¿Cuál es la tuya?  

Espero que te guste…


El relato que a continuación vas a leer, no es un relato convencional con su inicio, nudo y desenlace, es un relato carente de cualquier tipo de moraleja, estructura organizada ni nada que se le parezca, es tan sólo la narración de lo que viví cierto día en un remoto paraje.  
De todos es bien sabido que el destino es una palabra que evoca resoplidos ya sean positivos o negativos, siempre que se saca como tema en una conversación, es una palabra por todos de sobra conocida pero que a la hora de pedirle a alguien que te la describa seguramente muy pocas personas por no decir nadie, sabrá como hacerlo de una manera clara y concisa sin recurrir a metáforas o a inicios de frase tales como: “Es como…”.

Muchos eruditos y filósofos a lo largo de la historia han tratado de describirlo, unos con más acierto que otros, pero todos al final de sus elocuentes descripciones acaban diciendo alguna coletilla excusándose de alguna manera por si no han estado acertados desde su propio punto de vista. Ahí radica la complejidad del destino, nadie, absolutamente nadie, sabe realmente qué es o cómo funciona.
Mucha gente cree en el destino, otra mucha no cree, otros dicen que es el tren que conduce nuestras vidas, otras que eso son tonterías; y ya no hablemos de la cercanía que tiene el destino con la religión, me da igual de qué tipo sea, el caso es que siempre que se comienza una conversación acerca del destino, la religión sale a conato de la conversación, tarde o temprano, y la cosa no queda ahí, dentro del amplio número de personas creyentes, hay quien cree a su vez en el destino y quien no cree.

Es curioso ver como la conversación va subiendo de tono sin ninguna razón aparente cuando el destino está en boca de más de una persona; por descontado está, que no hay dos personas que estén de acuerdo en qué es el destino y cada uno va aumentando el tono de voz cuando expone lo que para él es esta palabra, hasta que uno se da cuenta de que no conduce a ningún lado aquel debate infructuoso y se corta de raíz la conversación diciendo: “Bueno chicos, ¿Por qué no hablamos de otro tema?” y todos rompen la tensión del momento con risas forzadas y bebiendo sin sed lo que quiera que haya en las copas que tienen en frente.
Por todo esto estoy contento de poder escribirte estas líneas explicando lo que es el destino, si, si, explicando lo que es el destino. Yo lo sé y no por haber leído más libros que tú, o por haber asistido a más debates que tú, tan solo lo sé por lo que viví no hace muchos días en un remoto paraje. Me puedes creer o no, eso lo dejo a tu libre elección, tan solo te lo cuento para romper con la especie de protección que posee la palabra Destino a la hora de tratar de explicar su significado.

Siempre que la todopoderosa meteorología nos da tregua, solemos aprovechar y salir a visitar los pueblos más cercanos a Madrid con la escusa de coger insectos, setas o simplemente hacer turismo.
Hacemos viajes o más bien excursiones a pueblos cuya distancia a casa nos permite visitarlos en solo un día, y la verdad es que hay sitios no turísticos o poco conocidos que son realmente una maravilla, pueblos que apenas se molestan en poner en los mapas o que su nombre tan solo los conocen sus propios habitantes o como mucho, los habitantes del pueblo vecino.

La causa de escribir este relato viene a consecuencia de nuestro último viaje. Un frío y húmedo lunes de otoño bien entrado octubre, decidimos poner el coche rumbo al noreste de Madrid, concretamente visitamos regiones ubicadas entre Guadalajara y Zamora. Nos pusimos ropa de abrigo, y cuando la mayoría de la gente estaba desayunando, nosotros ya estábamos en carretera siguiendo las instrucciones de la monótona voz del GPS. 
Visitamos pueblos muy bonitos y varios santuarios que custodiaban celosamente a sus respectivas vírgenes. La verdad es que fue impresionante, yo nunca había visto nada parecido, la carretera se iba estrechando después de haber dejado la carretera principal e ibas serpenteando por carreteras de un único carril, que no sentido, hasta que el paisaje iba cambiando paulatinamente, pasabas de los cuatro carriles de la autopista a una carretera muy mal asfaltada la cual carecía por completo de tramos rectos; el paisaje igualmente cambiaba, dejabas las grandes planicies de cultivos de las autopistas para pasar a riscos imponentes a ambos lado de la carretera, conducir por aquellas gargantas rocosas era sobrecogedor.

Dejamos el coche aparcado en la cuneta y nos pusimos a caminar, a mano derecha de la carretera se erguía una imponente pared de piedra que te hacia torcer el cuello noventa grados para poder ver el final del precipicio, o principio según se mire, y a mano izquierda se erguía otra pared de piedra, hermana de la anterior se podría decir, que partía de un sinuoso río que debido a la estación del año, llevaba consigo un generoso caudal de agua cristalina.
Reinaba una atmosfera fría y húmeda, pero la verdad es que merecía la pena, nos apretábamos la bufanda, nos subíamos el cuello del abrigo y a pasear…

Se respiraba una atmósfera fría y húmeda, que te obligaba de algún modo a respirar hondo para llenarte los pulmones de verdadero aire puro.
Después de comer nos fuimos a visitar los pueblos vecinos, todos en su estilo, unos más bonitos que otros, unos más pequeños que otros, todos merecían una pequeña parada para inmortalizarlos en nuestras cámaras.   
 
Cuando el sol comenzó a despedirse de nosotros, decimos poner rumbo a casa, estábamos contentos de lo que habíamos visitado pero la verdad es que todos estábamos un poco cansados, por lo que la propuesta de volver fue unánime pero sin mucha efusividad.   
Era otoño y la escusa que nos habíamos puesto para hacer el viaje, a parte del turismo, era recoger setas para luego disfrutar de su sabor a la mesa; cuando llevábamos muy poco camino recorrido de vuelta a casa, en una zona bastante apartada de cualquier lugar, y entre pueblo y pueblo, esa región la cual realmente no pertenece a ningún sitio sino que está ahí por la única razón de por que tiene que haber algo, nos pareció a todos un buen lugar en el que podría haber setas de buena calidad, por lo que decidimos parar una última vez antes de volver a casa.    

Como llevábamos haciendo durante todo el día, dejamos el coche en la cuneta y nos metimos bosque adentro.
Los primeros árboles que nos dieron la bienvenida fueron pinos, no muy maduros pero ya se les podía considerar arboles adultos; anduvimos entre ellos largo rato, lo suficiente como para dejar de oír los coches que esporádicamente pasaban a gran velocidad por la carretera. Andábamos separados, lo suficiente como para sentirte solo pero no como para dejar de ver a la persona que tenías a derecha e izquierda. De vez en cuando te agachabas y si tenías suerte, ponías en la cesta que cada uno llevaba, una rica seta, aunque a pesar de la estación y de las abundantes lluvias de los días anteriores, la verdad es que las veces que te agachabas para recolectar algo que merecía la pena eran bastantes escasas.

Inconscientemente nos fuimos acercando los unos a los otros, y después de caminar largo rato hacia dentro del bosque, nos topamos con sauces llorones, nos sorprendió sobremanera a todos, pues esa clase de árbol no se suele dar junto con pinos y tan separados de una zona con agua, pero ahí estaban, eran muchos más grandes e imponentes que los pinos y estaban mucho más cerca los unos de los otros, que los ya mencionados pinos.
Estuvimos un rato observándolos pues merecía la pena y mis amigos volvieron a agachar la cabeza en busca de las setas. El sauce llorón es un árbol que siempre me ha gustado, quizá sea mi favorito, y me quedé a diferencia de mis amigos a disfrutar un poco más de su presencia. Los bordeé de tal manera que me percaté de que formaban en cierta manera un círculo, no muy marcado pero seguramente desde el aire sí daba esa sensación, anduve marcando su desdibujada y enorme circunferencia observando todo al detalle, ciertamente formaban una enorme circunferencia en su conjunto.

Después de un rato me introduje en su ficticio círculo y anduve unos treinta pasos a lo que se suponía que debía ser el centro. En éste, hallé a su vez un pequeño círculo, claramente marcado por piedras y árboles que en esta ocasión eran encinas, y el círculo, no más amplio de dos pasos de diámetro, estaba formado por piedras entre las cuales se erguían las encinas, era un circulo muy pequeño por lo que tan solo había tres encinas.
Las encinas eran bastantes viejas, con los troncos retorcidos y llenos de musgo seguramente por la elevada humedad del lugar; no sé por qué pero me cautivó, esa formación tenía algo que no lograba adivinar, me acerqué un poco más pera ver el interior de aquel pequeño círculo. Todo el suelo del interior estaba alfombrado por una capa bastante espesa de musgo verde claro, y todo el terreno estaba inclinado hacia lo que se podría considerar uno de los lados de la circunferencia. Las piedras eran enormes y estaban parcialmente hundidas en la tierra, además todas sin excepción estaban cubiertas, unas más que otras, por musgo y líquenes. Me agaché para tocar aquella mágica formación, las piedras estaban frías y húmedas al igual que los troncos de las enormes encinas. Cuando me iba a disponer a entrar al centro del círculo, mis amigos llegaron con las cestas parcialmente llenas de setas, me las estuvieron enseñando y nos dirigimos al coche con cierta prisa pues ya se había escondido el sol por completo.  

Al día siguiente seguía pensando en lo mismo, no dejaba de preguntarme qué sería esa formación la cual no estaba ahí por un capricho de la naturaleza, estaba claramente “construida” de forma deliberada. No podía concentrarme ni en los estudios ni en el trabajo. La verdad es que se me hizo eterno aquel día, y por la noche no lo dudé ni un segunda, al día siguiente me saltaría las clases y me iría a investigar un poco más aquella formación, total, sino encontraba nada disfrutaría del viaje y de las vistas.
Por fin llegó tan ansiado día, me puse ropa de abrigo y unas buenas botas y por la mañana muy temprano me fui para allá.

Llegué cuando el sol todavía no se había atrevido a asomarse del todo. Aparqué el coche en la cuneta y me dirigí sin demora a mi destino.
Atravesé los pinos, crucé los sauces y llegué a las encinas. Ahí estaba aquella extraña formación impertérrita en el tiempo como si los años no pasaran para ella, me quedé de pie a escasos pasos de ella y nuevamente me cautivó sin saber la razón, me abstraje de cualquier pensamiento y de cuanto me rodeaba.

A los pocos minutos, creo que fueron minutos aunque no estoy seguro, por mi lado apareció un anciano de muy escasa estatura que me sobresaltó soltando un pequeño y ahogado grito.

-          Perdona, no era mi intención asustarte -.

-          No pasa nada, estaba distraído -.
Me quedé mirándolo con los ojos muy abiertos, era un anciano de avanzadísima edad y muy bajo, demasiado diría yo, sin embargo se movía con una gracia propia de un niño y conservaba las medidas de su cuerpo como una persona de mediana altura, sin embargo apenas me llegaba a la cintura; casi no tenía pelo, tan solo por detrás de las orejas y en la coronilla, y era de un blanco puro, lo llevaba despeinado y le daba cierto aspecto cómico. La nariz la tenía extrañamente larga y las cejas muy pobladas, y del mismo color que el pelo de la cabeza. Las orejas las tenía muy grandes y acababan en punta, al ver eso, se me abrió la boca inconscientemente.

-          No soy un gnomo – me dijo sonriendo ampliamente.

-          Lo siento, no era mi intención… - No acabé la frase pues seguía mirándolo embobado, iba vestido con unas pequeñas botas sin cordones, unos pantalones marrón oscuros cuyos bajos estaban desgastados seguramente por andar por zonas de tierra y piedras y llevaba una camiseta verde oscuro con un chaleco muy desgastado del mismo color que la camiseta.

-          ¿Quieres unas bayas? –

-          ¿Perdón? –

-         Son comestibles y están muy ricas – me extendió ambas manos en forma de cuenco, las cuales albergaban unas bolitas pequeñas de color rojo intenso; sus manos eran huesudas y tenía las uñas largas y llenas de tierra, seguramente de haber escarbado o tocado madera blanda.
Le cogí una de manera inconsciente mientras le miraba a los ojos, éste me devolvía la mirada mientras en su boca se dibujaba una amplia y sincera sonrisa. No sabría decir de qué color eran sus ojos, era una mezcla entre color musgo y tierra, una especie de color verde y el marrón, su mirada estaba cargada de palabras y era muy profunda, parecía que miraba dentro de ti en lugar de a ti.

Al probar aquella baya se me dibujó en la cara de una manera inconsciente un gesto de aprobación y gusto, la verdad es que estaban muy buenas, eran dulces y muy suaves al tacto.

-          ¿Ves?, están llenas de vitaminas y de energía. – Lo dijo mientras se metía en la boca 3 bolitas rojas de golpe. Tenía una voz profunda aunque con un cierto deje agudo. Nunca carraspeaba aunque daba la sensación de que lo iba a hacer de un momento a otro.

-          Hardwick, mi nombre es Hardwick, por cierto. – Me dijo mientras andaba hacia el interior de aquella formación que tanto me había llamado la atención y motivo por el cual me hallaba allí. Cuando vio que no recibía ninguna contestación por mi parte, se dio la vuelta y me miró con una amplia sonrisa. Inmediatamente me di cuenta de lo que quería.

-          Eh, Alfonso. - 

-          Muy bien, ven, quiero enseñarte algo. Hace 2 días os vi recogiendo setas por aquí, vi como te fijabas en esto – dijo señalando a las encinas, - seguramente pueda contestar a alguna pregunta que tengas en tu curiosa cabeza. – y diciendo esto se metió en el centro del círculo y agachándose sobre una de sus rodillas puso ambas manos sobre una piedra parcialmente cubierta de musgo.  

Ahí agachado, no era más grande que las rocas que formaban aquel círculo; teniendo las manos sobre aquella gran piedra, pronunció una serie de palabras que no llegué a entender pues más bien las susurró, parecía que estaba calmando a un pequeño animal asustado más que hablar a una piedra, al cabo del poco tiempo, se levantó y la cogió sin ningún esfuerzo aparente a pesar de que el tamaño de la roca era prácticamente la mitad del tamaño de aquel pequeño anciano.
Al quitar la piedra de su lugar, se abrió un agujero parcialmente iluminado, quizá por velas, pues el resplandor zigzagueó seguramente por la intrusión del viento en aquella galería.

El espacio era reducido pero lo bastante amplio como para que una persona de una estatura normal cupiera, agachado eso sí. Desde donde yo me hallaba no se veía nada salvo el pequeño resplandor, que permitía ver que aquel agujero se hundía en el suelo hasta donde la escasa claridad permitía ver. 

-          Pasa – me dijo mientras sostenía la piedra a mitad de altura ayudándose con la cintura. – No te preocupes, no te va a pasar nada malo, tan solo ten cuidado con los escalones, baja 3 y párate, yo te seguiré en cuanto cierre la puerta – me dijo al ver que vacilaba a la hora de meterme en aquel agujero.

Aquel anciano me transmitía seguridad y sinceridad, aunque sinceramente no sé la razón, titubeé unos segundos pero hice justo lo que me pidió, me agaché lo más que pude, y bajé los peldaños parándome en el tercero; Hardwick entró justo detrás de mí y colocó aquella piedra justo en el lugar en el que estaba antes.
Al cerrar la única entrada de la que yo era consciente, me entró un poco de claustrofobia pues estaba incómodamente agachado a media cintura y los hombros me tocaban con ambas paredes; cuando iba a pedir a Hardwick que me dejara salir de allí, manteniendo, eso si la calma, escuché tras de mi el mismo susurro de antes cuando hablaba a la piedra, esta vez las frases duraron más tiempo, o eso me lo pareció a mi, y cuando se calló, aquella escasa iluminación que vi desde el exterior se hizo más intensa dejando ver todos los detalles de aquella galería sin ningún tipo de problema.

Se trataba de una angosta escalera de caracol escavada en la tierra y que descendía abruptamente a cada escalón, al ser tan curva no veías más allá de los 3 siguientes escalones, la iluminación existente en la galería era efectivamente lo que me había imaginado, cada 5 escalones había clavada en la pared una pequeña estaca de la que se apoyaba una tímida vela a medio quemar.

Comencé a bajar despacio, casi parecía un niño poniendo ambos pies en el mismo escalón, aunque tenía razón para ello ya que los escalones al igual que las paredes eran de tierra y a veces al poner el pie en uno nuevo resbalaba levemente a causa de la arenilla reinante, a pesar de mi lentitud, el anciano no hizo ningún gesto de impaciencia.
Estuvimos bajando largo rato, la verdad es que prefería no pensar en la profundidad a la que me hallaba en aquella angosta galería que descendía a sabe Dios a qué lugar y el silencio de la galería y el que había entre nosotros dos, no ayudaba precisamente.

Finalmente mis pies me indicaron que ya no había más escalones delante de mí, si bien la oscuridad que había, no me dejaba corroborarlo. Hardwick, se paró en el escalón justo detrás de mí y tras pronunciar sus ya conocidas frases en un susurro inaudible, se fueron encendiendo paulatinamente cientos de velas soportadas en sus respectivas estacas clavadas en la pared.
Aquellas velas dejaron al descubierto una enorme cueva escavada en la roca, es más, nunca había visto una cueva tan grande, era imponente, el extremo apenas llegaba a diferenciarlo aun estando perfectamente toda la sala iluminada, las paredes estaban a cientos de metros la una de la otra, y el techo, para mirarlo adecuadamente, tenías que girar hacia arriba el cuello todo lo que te permitían las cervicales. No me podía creer que aquella inmensa cueva estuviera escavada debajo de aquel bosque y sobre todo a tanta profundidad.

Di unos cuantos pasos para posicionarme relativamente en el centro de la cueva; aquel inmenso agujero te hacía sentir pequeño. Toda aquella cueva era de un color parecido al de la arena, color crema oscuro, como si la cueva fuera de arenisca, pero por el contrario, tanto el suelo como las paredes eran extraordinariamente duras al tacto.

-          ¿Vives aquí? – Le pregunté asombrado.

-          Si, desde siempre este a sido mi santuario, aquí vivo y trabajo. –
 
-          ¿Trabajas? –
 
-         Si, soy un Onís, mi raza lleva cientos de milenios siendo los guardianes del destino. – Terminó la frase extendiendo ambos brazos hacia las paredes, lo que ocasionó que me fijara más detenidamente en ellas.
Todas las paredes, del suelo al techo, estaban cubiertas por miles, miles de millones de relojes de arena, éstos estaban perfectamente colocados y ordenados en unas pequeñas estanterías tan anchas como los pies de los propios relojes de arena y construidas con el mismo material que el que formaba la cueva. Había millones y estaban rigurosamente ordenados.

No había un reloj igual al otro, ni siquiera se parecían entre ellos, los había pequeños, grandes, de diferentes colores, sin color, con muchos detalles en la madera que sirve de soporte al propio reloj, sin ningún detalle, de madera, de acero… No había dos relojes iguales.

-          ¿Qué son estos relojes? –
 
-         Son, el destino de cada persona que vive en esta región. – Contestó como si la pregunta estuviera fuera de lugar, como si fuera obvio lo que eran aquellos relojes.

-          ¿Cómo? –
 
-        Cada reloj es el destino de cada humano que habita en esta región, o como vosotros lo llamáis, país. Hay un santuario en cada región repartido por todo el planeta, y cada santuario cuenta con un Onís para guardar los relojes que le han sido encomendado. –
 
-         Por ello nos llaman los guardianes del destino, nuestro trabajo consiste en mantener ordenado el sitio, recoger los relojes que se han gastado y girar los nuevos que aparecen en su lugar. –
 
-         ¿Cómo? – La verdad es que no podía creerme nada de lo que aquel ser me estaba contando, quizá se trataba de un loco que había dedicado su vida a coleccionar todos aquellos relojes. La verdad es que todo aquello era demasiado raro, ahí me encontraba yo, en una cueva enterrada debajo de un remoto bosque, hablando con un ser que dudaba si era humano o no y delante de millones de relojes de arena. No sabía si estaba soñando o estaba perdiendo el juicio, pero empecé a marearme.
 
-          Ven, sígueme. –

Le seguí casi de manera autómata. Me dirigió a la punta opuesta de la cueva, anduvimos un rato y cuando llegamos al otro extremo, nos metimos por un falso tabique que estaba a mano derecha y que solo era perceptible cuando estabas casi pegado a la pared, a lo que se podía considerar un cuarto; era pequeño, aunque tenía dos pisos, si bien, ambos pisos a duras penas lograban superarme en altura, en el piso de arriba había una cama y una mesilla de noche, el piso de abajo, más amplio, contaba con una mesa redonda, 2 sillas, un pequeño armario el cual la parte de arriba era estantería, y una pequeña encimera con un hornillo, sin duda, era donde vivía Hardwick. Todo aquello estaba construido del mismo material que las paredes de la cueva, era como si hubieran cogido parte del suelo y hubieran moldeado aquellos muebles con el.

-          Siéntate y tomate esto. – Me dijo mientras vertía en 2 vasos el contenido de la cacerola que había encima del hornillo.
 
-          Es resina de roble, esto te despejará la cabeza aunque es un poco amargo. –
Me lo bebí lentamente pues a parte de amargo, estaba muy caliente, sin embargo, Hardwick se lo bebió como si fuera agua fresquita, casi de un trago.
-         Por donde empiezo. – Dijo mientras unía las 2 manos y miraba al techo con los ojos casi en blanco como ordenando sus ideas antes de decir las primeras palabras. –
 
-        Veras, en el preciso instante en que un humano nace, aquí aparece un reloj de arena, nadie sabe como aparece, ni quien lo pone en su lugar ni porqué, pero el caso es que aparece ya con su forma, su tamaño y su material definido, en ese momento mi deber es girarlo, y al girarlo, comienza el destino de la persona en cuestión. –
 
-          ¿Y si decides no girarlo? La vida de la persona no comenzaría, ¿no? –

-        Eso nunca a pasado, para no girar un reloj de arena hay que contar con maldad, mi raza, los Onís, carece de ella por lo que no entra en nuestro ser hacer tal cosa, y por ello solo los Onís pueden ser guardianes del destino, tu no lo entiendes, los humanos al igual que la mayoría de las demás razas, aunque especialmente los humanos desde el mismo momento de vuestro nacimiento, contáis en vuestro ser con maldad, entre otros muchos defectos, como la envidia, la soberbia o el amor por el poder. –
 
-        No todos los humanos somos personas malas, hay gente buena que ama y que sus motivaciones en la vida son positivas. –
 
-        Si, pero a pesar de haber, por supuesto varios grados, en el fondo siempre hay algo, y no maldad, sino querer ser mejor que otra persona aunque ello conlleve pasar por encima de otra, o querer reconocimiento por algo que has hecho aunque ese sea tu trabajo, cosas que para vosotros no son atrocidades, pero que en el fondo esta latente ese grado de maldad, y no hablemos de la envidia, ese sentimiento hará que vuestra raza no llegue más lejos de lo que sois.-

-         Somos la especie dominante, y también hacemos cosas grandiosas, hay gente que dedica su vida a salvar la vida de los demás, o gente que estudia para mejorar la vida de los demás.-

-        Si, pero ¿Qué les motiva para hacer esas cosas o para dedicarse a esas cosas? No digo que un médico no se sienta orgulloso de haber salvado a otra persona, pero realmente, en el fondo lo hace por motivo económico o por reconocimiento frente a sus semejantes. –
 
-        El caso, es que nuestra raza no cuenta con ningún grado de maldad, no está en nuestro ser tal cosa, por ello jamás en la historia se ha dado el caso de que un Onís no haya girado un reloj de arena cuando ha aparecido. -
 

-         Al girar dicho reloj, comienza el destino de cada persona, que por supuesto es personal e intransferible, es decir, no hay un reloj igual a otro por que no hay una vida igual a otra por muy parecida que pueda ser. –

-        La arena que hay dentro de los relojes, son las vivencias de cada persona, desde el primer grano que cae, su nacimiento, hasta el último, su muerte; cada grano lleva escrita una vivencia, y cuando cae de un compartimento al otro se vive dicha vivencia, hasta la más mínima vivencia está escrita en cada grano. –
 
-        Por supuesto no tienen la misma importancia, y por ello, los granos de arena no son del mismo tamaño. Hay 3 tamaños de grano, las vivencias que no se recuerdan, las vivencias recordadas pero que carecen de importancia y las vivencias recordadas importantes, 3 tipos de vivencia 3 tamaños de granos. –

-        Tanto el número de granos como el orden que tienen de caer, ya está instaurado desde el primer giro del reloj; una vez que el reloj es girado, queda anclado en su nueva posición hasta la caída del último grano, momento en el cual, el reloj se desvanece en polvo dejando un nuevo hueco para un nuevo reloj. –
 
-          ¿Podría ver mi reloj? – Le pregunté ansioso.
 
-        Te lo mostraría si supiera cual es el tuyo, como ya te he dicho, los relojes aparecen de la nada en el hueco que ha dejado otro anterior, pero no sé a quien pertenece, tan solo he de girarlo y limpiar el polvo que ha dejado el antiguo. –
 
-         Pero entonces, todo este tiempo que llevamos hablando y no has girado ni un solo reloj, ¿significa que no ha nacido nadie? –
 
-         No, dentro del santuario no pasa el tiempo, de lo contrario sería inviable, no daría abasto con el trabajo, podríamos estar hablando durante horas, que fuera de aquí no pasaría ni un segundo, es más, cuando te vayas, seguirá siendo por la mañana. –

-          Ven, te quiero mostrar otra cosa. – Dijo mientras se ponía de pie con un gesto en el rostro de esfuerzo y dolor.
Le acompañé fuera del cuarto, y al salir, me fijé de nuevo en las paredes llenas de relojes, al comienzo de ambas paredes, había una de esas escaleras con ruedas que llegan al techo propias de las bibliotecas antiguas, había una a cada lado, y si te fijabas en el suelo podías ver perfectamente las marcas que habían dejado sus ruedas de tanto uso. Ésa era la forma que tenía un ser tan pequeño de llegar hasta arriba del todo. Las escaleras eran del mismo material que del resto de la cueva, pero las ruedas por el contrario, debían de ser de metal pues eran de un gris metalizado que resaltaban del color crema de la arena.

Llegamos al otro extremo de la pared justo enfrente de la entrada de su cuarto, puso ambas manos en la pared y volvió a decir un par de frases en un susurro, cuando terminó, deslizó un gran bloque de pared a un lado descubriendo una nueva sala.

-          ¿Qué son esos susurros que dices cada vez que vas a hacer algo? –  

-          Nosotros los Onís somos capaces de comunicarnos con los seres vivos y con los seres inertes, tan solo hemos de descubrir el tipo de energía que hay presente en cada objeto, una vez descubierto, realizamos una pequeña transferencia de energía entre nosotros y el objeto y viceversa, es algo parecido a mantener un diálogo con una persona. Nos lleva años conocer el tipo de energía que hay presente en cada objeto. Pero una vez aprendido el diálogo fluye como el agua. –

Finalmente nos metimos en la nueva sala, ésta estaba tan solo iluminada por 2 velas y tardé unos minutos en acostumbrarme a la escasa luz. La sala estaba absolutamente vacía a excepción de un inmenso reloj de péndulo, el más grande que he visto jamás.
Estaba al final de la sala pero sin llegar a estar pegado a la pared, de tal modo que uno podía ver su parte trasera sin problemas. Estaba construido de madera oscura con vetas rojizas, y tanto la esfera como el péndulo eran de color oro brillante, aquel inmenso reloj de péndulo apenas estaba decorado pero era extrañamente hermoso.

Los números de la esfera de color negro intenso destacaban sobremanera sobre la esfera dorada, y eran muy bonitos y trabajados, como si los hubiera dibujado un monje del siglo XVI; el péndulo se movía de una manera rítmica pero particularmente despacio, no correspondía con los segundos a los que estamos acostumbrados, sin embargo producía un sonido que te relajaba y calmaba llenando la sala de un ambiente tranquilizador.
Me llamó la atención sus agujas, pues tan solo tenía 2, una muy fina casi imperceptible que se movía a través de los números muy deprisa, como si tuviera ganas de llegar a algún sitio, la otra en cambio era mucho más grande y laboriosa, se asemejaba más a una veleta que a una aguja, y ésta se movía increíblemente despacio, es más, estuve más de un minuto mirándola fijamente, o lo que a mi me pareció más de un minuto, y no se movió, sin embargo a lo largo del tiempo que estuvimos en la sala, sí me percate de que avanzó vagamente. Ambas agujas estaban hechas del mismo material y color que los números.

-          Este es el reloj que marca mi vida – Dijo señalando al gigantesco reloj, - cuando la aguja dominante recorra 1.000 veces 1.000 recorridos, mi vida llegará a su fin, parándose el péndulo a la espera de una nueva vida de un nuevo Onís. –

-         Por esta razón te hallas hoy aquí, dentro de unos minutos este reloj se parará y tu deber es volver a ponerlo en marcha. –

-         ¿Quieres decir que en unos minutos te vas a morir? – No me lo podía creer, lo estaba contando con una sencillez y calma pasmosa.

-         Sí; cuando el péndulo se pare ya no me encontrare entre vosotros, lo único que debes hacer es poner ambas agujas marcando el 12 y dar un leve toque al péndulo para ponerlo en marcha, acto seguido entrará en el santuario un nuevo Onís. –

-          ¿Y ya está? ¿Qué va a ser de ti? –

-          Yo ya he vivido demasiado tiempo, es hora de que descanse y que otro ocupe mi lugar. –

-          Pero, ¿Cómo sabías que iba a llegar justo hoy para volver a poner el reloj en marcha? –

-         No lo sabía, simplemente estaba escrito en mi destino. – Y diciendo esto salió de la sala con una sonrisa en el rostro. 
No me lo podía creer, ahí estaba yo en un silencio absoluto tan solo roto por el traqueteo del péndulo, a la espera de que éste se parara para ponerlo nuevamente en marcha y de este modo continuar con la rueda del destino.

Me senté en el suelo delante del reloj y estuve esperando alrededor de 30 minutos, o eso me pareció, de repente el péndulo se paró justo en medio de su recorrido y un silencio sobrecogedor invadió la estancia y mi alma. No sé por qué motivo pero me invadió un sentimiento de tristeza profunda.

Casi con lágrimas en los ojos, me puse de pie, coloqué las agujas marcando las                                            12 y le di un pequeño y suave empujón al péndulo.

Salí de la sala donde se hallaba el reloj nuevamente en marcha y me dirigí a las escaleras de arena para salir del santuario; cuando estaba en mitad de aquella enorme sala rodeado por millones de relojes de arena, vi que por las escaleras descendía un ser; era bastante parecido a Hardwick, la misma estatura y la misma ropa, pero a diferencia del anciano, este era mucho más joven, su pelo era negro como la noche y en su rostro apenas había arrugas.

Yo seguí andando hacia él y nos encontramos muy cerca de las escaleras, me tendió la mano y me sonrió de una manera sincera y cordial.

-          Vaya, un humano, es la primera vez que se le brinda la oportunidad de empezar un nuevo ciclo a un humano. Debes de tener un corazón muy puro. –
No sabía que contestarle, por lo que me limité a devolverle la sonrisa de la manera más sincera dela que fui capaz.

-          ¿He de hacer algo más? –

-         Ya has hecho demasiado, te doy las gracias por la oportunidad que me has brindado al poner el reloj nuevamente en marcha. Siempre que lo desees, podrás, de una manera solitaria visitarme, siempre serás bienvenido aquí. –
Asentí, nos dimos un apretón de manos y salí del santuario por el mismo sitio por el que entré. Cuando salí de la cueva, me giré pero la piedra ya estaba en su sitio, no había rastro de ninguna entrada ni de nada que se le pareciera. Salí del círculo de las encinas, atravesé los sauces llorones y anduve a través de los pinos hasta llegar al coche; el sol todavía no había salido del todo, arranqué y me fui a casa.

Bueno… he aquí cómo descubrí el verdadero significado de la palabra “Destino” y todo lo que ello engloba y conlleva; no te pido que me creas, pero sí que lo tengas en cuenta a la hora de discutir abiertamente en tu círculo de amistades.

Ahora te dejo reflexionar pues es seguro que lo necesitas.