El caso, es que ése miedo, con el
avance del tiempo se ha ido convirtiendo en admiración. Y un proyecto que cumplí
hace unos años era nadar con tiburones… Sí, sí, me he bañado con tiburones… En
cuanto se me presentó la oportunidad, ni lo dudé un segundo, me enfundé el
traje de neopreno y me metí en el agua donde me esperaban dos tiburones… bambú.
Este proyecto cumplido lo llevé a cabo con un as debajo de la manga,
seguramente cuando te he dicho que me he bañado con tiburones, te has ido al
medio del océano y me has visto metido en esa jaula de barrotes blancos donde
un gran tiburón blanco es atraído con un cebo… bueno, tengo que decirte que no
fue del todo así, aunque la afirmación de que me he bañado con tiburones, es
real.
Como ya sabes, tuve la suerte de
trabajar en unas instalaciones donde entre toda la fauna y flora marina, los
escualos no eran una excepción. Cada cierto tiempo se tenía que hacer
mantenimiento integral de los tanques grandes y eso conllevaba meterse en ellos.
Uno de los días, tocó el turno al
tanque, el cual, era el hábitat de dos tiburones bambú, unos escualos de talla
pequeña, que rara vez superan el metro de longitud, y cuya agresividad brilla
por su ausencia. Así pues, me puse el traje de neopreno y me metí a realizar el
mantenimiento que correspondía… una vez finalizado mi trabajo, me tomé unos
minutos para disfrutar de su presencia y comencé a nadar y a observar aquellas
maravillas marinas. Me rodeaban y me permitían acariciarles, fue una
experiencia muy gratificante e impresionante pues no dejaba de estar
acariciando a tiburones.
Aquellos dos escualos nadando a
mí alrededor, yo debajo del agua sin oír absolutamente nada a excepción de mi
propia respiración… consiguieron que durante un rato, el planeta, las
preocupaciones y los pensamientos recurrentes, se volatilizaran dejando sólo
espacio al disfrute de aquel momento.
¡Una experiencia que volvería a
repetir!
Tiburón bambú. Alfonso B. C. |
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